Los 13 obispos mártires del Frente Popular: la verdad que no quieren contar

Entre 1936 y 1939, España vivió una de las mayores persecuciones religiosas del siglo XX. Mientras el Frente Popular —con el PSOE como actor principal— hablaba de libertad y justicia, desataba una ola de terror contra la Iglesia Católica que dejó más de 7.000 religiosos asesinados. Entre ellos, 13 obispos fueron fusilados, torturados o quemados vivos por el simple hecho de ser pastores de la fe.

Estos son sus nombres, que no debemos olvidar:

– Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro (1877-1936);
– Manuel Basulto Jiménez, obispo de Jaén (1869-1936);
– Manuel Borrás Ferré, obispo auxiliar de Tarragona (1880-1936);
– Narciso de Esténaga Echevarría, obispo de Ciudad Real (1882-1936);
– Salvio Huix Miralpeix, obispo de Lérida (1877-1936);
– Manuel Irurita Almándoz, obispo de Barcelona (1876-¿1936?);
– Cruz Laplana y Laguna, obispo de Cuenca (1875-1936);
– Manuel Medina Olmos, obispo de Guadix (1869-1936);
– Eustaquio Nieto Martín, obispo de Sigüenza (1866-1936);
– Anselmo Polanco Fontecha, obispo de Teruel (1881-1939);
– Juan de Dios Ponce y Pozo, administrador apostólico de Orihuela (1878-1936);
– Miguel Serra Sucarrats, obispo de Segorbe (1868-1936) y
– Diego Ventaja Milán, obispo de Almería (1880-1936).

Muchos fueron detenidos sin juicio, vejados públicamente, asesinados con saña. Algunos vieron arder sus cuerpos en plena calle. A otros los ejecutaron tras semanas de tortura. Todo bajo el silencio cómplice de un régimen que quería borrar toda huella de fe, autoridad moral y unidad espiritual en España.

Desde Plataforma 2025, reivindicamos su memoria y su martirio. Fueron asesinados por su fidelidad a la verdad y a Cristo. Mientras algunos quieren convertirlos en “daños colaterales”, nosotros los recordamos como mártires de la libertad religiosa y de la reconciliación nacional.

Hoy más que nunca, ante los intentos del poder político por reescribir la historia, decimos la verdad con nombres y apellidos. La persecución religiosa en España no fue un mito: fue un crimen. Y Franco no fue su instigador, sino quien la detuvo.