Patriotas de salón. Por José María Nieto Vigil. Doctor en Filosofía y Letras

Es muy triste y lamentable la falta de ardor patriótico que se respira en nuestras calles y ciudades. En el ámbito público, que es donde verdaderamente hace falta, no hay esa animosidad que se escucha en las tertulias de café, en las charlas de salón, o en las recurrentes y anónimas redes sociales, debatiendo a favor de la defensa de la verdadera memoria histórica. Todo queda reducido al espacio privado, cada vez más reducido y disminuido. Los complejos afloran y la abulia se adueña del ambiente. ¡Qué pena! ¡Qué asco!

          ¡¡Cómo hemos cambiado!! Ya no somos los mismos que antaño, aquellos que exhibíamos orgullosos y altivos  un amor ardiente e incontestable a nuestra Patria –con mayúscula-. Muchos ya no están ,se marcharon definitivamente, pero se sonrojarían al comprobar la falta de espíritu nacional que se respira; otros han cambiado y se han dejado intimidar por el encono de la izquierda más sectaria y recalcitrante que soy capaz de recordar, quieren pasar desapercibidos y esperan no ser reconocidos y distinguidos por su sentir nacional.  Quedan pocos franquistas de raza, de arraigadas y acendradas convicciones, de sentido afecto por el Caudillo y su obra. Son los menos, aunque excelentes y de integridad contrastada.

          ¿Qué ha pasado? ¿Qué está ocurriendo? ¿Quiénes somos? ¿En qué nos hemos convertido?

          La edad no es una excusa, el justificar que ese tiempo ya pasó, tampoco es razón para abandonarnos a una suerte de desgracias como las que en nuestra Patria –con mayúscula- están ocurriendo. La frialdad, la indolencia e indiferencia se abren paso de una manera impenitente e insultante. Frente a esta postura derrotista, acomplejada, y apóstata de lo vivido y de lo dicho, se levanta el templo de la mentira consagrada. Pocos, muy pocos, demasiado pocos, con gallardía y arrojo siguen siendo bastión y resistencia. A ellos quiero tributarles un merecido reconocimiento y homenaje sincero por su ejemplo, integridad, honestidad, honradez y lealtad a sí mismos y a todo aquello que representó el régimen de Francisco Franco y que , ahora, en la hora de la verdad, deciden dar un paso al frente y sacudirse tanta tontería y patriotismo barato de zambomba y pandereta.

          Estoy hastiado de los discursitos y las peroratas pseudo patriotas con las que desayuno cada día. Siento nauseas cuando recibo correos y mensajes de los patriotas de pacotilla que luego bailan el agua a las huestes de la izquierda, que se refugian en el voto inútil de opciones blanditas y acomodadas en un sistema que les permite medrar y del que son cómplices. No soporto el exhibicionismo de feria y carnaval, muy dado al exceso de colorines y atrezzos patrioteros, que se publica en las redes sociales o se vitorea en algaradas deportivas. Prefiero una humilde, pero decidida escuadra, a una centuria cuajada de cobardes y asustadizos patriotillas de ocasión y según qué circunstancias, más o menos ardientes defensores de no saben qué o quién. A la vida hay que echarle redaños.

          Desde lo más profundo de mí ser, con toda sinceridad y humildad, quiero agradecer y reconocer el enorme esfuerzo de aquellos que, con vocación y valentía, con determinación y decisión, han querido levantarse y dar vida a la Plataforma en la defensa y la memoria de Francisco Franco. Ellos son patriotas de pedigrí, hombres y mujeres honestas y leales a un mundo condenado a desaparecer. Gracias a todos por vuestros testimonios, saber y ejemplo de generosidad y bravura, atrevimiento y valor. Tenéis la bizarría del verdadero patriota comprometido con una causa, atesoráis una galanura que os distingue y unos arrestos propios de la gente íntegra. Por tantas cosas gracias, mil gracias.

           No desfallezcáis en vuestro noble y legítimo empeño, no abandonéis la trinchera y el cuartel de la lealtad. Seguid abriendo paso a la verdad histórica en la selva de la tergiversación, la mentira, la calumnia, la infamia y la ignominia. Os habéis convertido en el testudo que es capaz de derrocar el relato histórico oficialmente legitimado por el odio y la malversación de la verdad.

           Hoy, como ayer, como siempre, siento un amor confeso por mi Patria –con mayúscula-, en los difíciles trances por los que transita el devenir de los tiempos actuales. Reniego del fariseísmo del patrioterismo edulcorado y farsante, de expresión circunspecta y grandilocuente, teatral y circense. Patriotas apátridas, legiones de nacionalistas sin nación a la que defender por perjurios y lisonjeros, cobistas de tertulias, zalameros de la verdad ultrajada, aduladores de feria y cafetería,  de conversaciones clandestinas y cobardes. Susurros y gracietas inoportunas  son los tristes y mohínos argumentos comentados, mustios y pesarosos augurios acompañan el aromático café de rancia conversación derechoide

          Por doquier surgen grupos, grupillos, pandas, pandillas, de “honorables” patriotas de ocasión. Son multitud, pero carentes de raíces y esencias auténticas. Profanan en verdadero espíritu de lo esencialmente considerado, cuando menos decoroso, con la memoria y los honores de quienes nos precedieron y nos dieron testimonio de vida de su autentico patriotismo. Sobran patrioteros y faltan verdaderos patriotas. Es la indignante realidad en relación estrecha y directa con la verdad triunfante, por dolorosa que sea.

          Francisco Franco Bahamonde ¡¡¡PRESENTE!!! Alto y claro, no caben gazmoñerías ni hipocresía, no ha lugar a la mojigatería en tiempos que exigen determinación sin camandulería. La beatería y la santurronería la dejamos para el ámbito de lo sagrado. Ya está bien de fingimientos  de sentimientos y cualidades que ni se tienen ni se experimentan. Rechacemos lo melifluo y lo superfluo, lo anecdótico y lo extravagante.

           Frente a la tibieza, la claridad; ante la ambigüedad, la concreción; sin opacidad y con transparencia; con orgullo y sin complejos; somos patriotas o somos patrioteros. Francisco Franco fue un excepcional estadista, un grandísimo amante de España y un patriota sin tasa. Su inmenso legado es incuestionable, no se puede andar con medias tintas y medias verdades. Uno no puede defender la Patria –con mayúscula- que no ama y, por descontado, no puede amar aquello que no conoce. Así pues, es la hora de los verdaderos patriotas. Ahora o nunca.

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