RAZA y el Tercer Reich o cuando la película de Franco tuvo problemas en Berlín. Por Francisco Torres García
Quienes abordan en profundidad, más allá de los esfuerzos a la hora de adaptar el trabajo de investigación a las tesis de la pretendida verdad del mal llamado consenso académico, las relaciones entre la España de Franco y el Tercer Reich tienen que asumir que, tras la entrevista de Hendaya y la subsiguiente y reiterada negativa de Franco a entrar en la guerra o a permitir el paso de las tropas alemanas en el invierno de 1940, estas distaron de ser tan cordiales como aparentemente pudiera parecer. Las divergencias en el terreno económico, desde el pago de la deuda de guerra contraída por la ayuda alemana durante la contienda española a las negociaciones sobre exportaciones e importaciones, fueron aumentando a lo largo de 1941, haciéndose especialmente graves las distancias en la primera mitad de 1941. Ni tan siquiera la política cinematográfica iba a ser ajena a este choque.
Hemos dedicado a un largo y casi definitivo ensayo a la obra y la película de RAZA (Raza. La novela escrita por Francisco Franco, SND Editores, 2021), abordando también cómo este producto cultural tuvo su papel en las relaciones, no siembre próximas, entre Madrid y Berlín. En este caso el tema adquiere una cierta importancia para el historiador e invita a la reflexión sobre ello porque no se trataba de una mera película. Es así porque RAZA no solo era una producción oficial, dado que había sido asumida por un organismo como el Consejo de la Hispanidad, sino que en Berlín probablemente no se ignoraba quién era el autor real del argumento y que tras RAZA estaba el propio Francisco Franco, dado que el interlocutor máximo era el jefe de su Casa Militar. Cierto es que, además de colocarse en el centro de las negociaciones sobre la distribución de películas entre Madrid y Berlín, la proyección de la película en Alemania se adentraba en los espacios del gesto y el simbolismo, pero también en los ideológicos.
La película, consciente o inconscientemente –y es un debate a tener en cuenta–, marcaba las nítidas distancias entre Franco y su pensamiento, plasmados en RAZA, y el discurso del nacionalsocialismo en guerra, siendo coincidente solo en su faz anticomunista. Lo hacía precisamente en un momento en el que aparentemente, con la no beligerancia y la «neutralidad asimétrica», estudiada por Sanz Francés, que de algún modo esta representaba, las relaciones entre Madrid y Berlín parecían externamente más próximas de lo que en realidad eran. A esta cuestión dedicamos un espacio en nuestro libro sobre el producto cultural RAZA, pero hemos creído interesante dedicar a ello un artículo monográfico precisando y ampliando algunos aspectos.
RAZA y sus objetivos
Franco escribió, a partir de lo que, sin duda, pretendía ser inicialmente una novela, un texto para ser llevado al cine. Lo ultimó en el invierno de 1940. Probablemente lo hizo desde algún texto perdido en el que trabajó en los años treinta, en forma de relato familiar (de ello es deudora RAZA, pero la novela no es una traslación o proyección de la vida del autor pese a que incluya elementos autobiográficos), y recuperado como idea después. Comenzó a pergeñarlo tras la entrevista de Hendaya, lo que para el historiador resulta altamente significativo.
Concibió la obra como una explicación histórica de las razones que condujeron a los nacionales a luchar en 1936, todas ellas de carácter endógeno, situando el enfrentamiento ideológico en los antagonismos del espiritualismo y el materialismo. Debía de ser literaria y, sobre todo, plásticamente el reflejo del corpus ideológico común de aquellos españoles y de él mismo. También un anuncio de lo que con la victoria alcanzada debía venir.
No existe en el texto ninguna referencia a la contienda mundial ni a la situación político-ideológica europea. Es más, Franco, conscientemente, pone punto final al relato el 19 de mayo de 1936. No hay tampoco, ni en el texto ni en la película, referencias imperiales ni ambiciones territoriales, cuando en esos momentos existía un discurso reivindicatorio sobre el norte de África que se iba a plasmar en la obra de José María de Areilza y Fernando María de Castiella, este último posteriormente Ministro de Asuntos Exteriores, Reivindicaciones de España (Instituto de Estudios Políticos, 1941), aunque se trate de un libro muy citado y muy mal leído por otra parte. Lo que sí contenía RAZA era una exaltación de lo hispánico desde un punto de vista histórico-espiritual que venía a coincidir con el discurso de la Hispanidad. La RAZA de Franco está en relación con el conjunto de valores-ideales que tienen su expresión en la hidalguía y nada tienen que ver con las tesis raciales del Tercer Reich, por más que se empeñen algunos autores que o no han leído RAZA o simplemente caen en el vicio de la manipulación (Paul Preston por no ir más lejos).
Cuando la película inició su rodaje, en el verano de 1941, en Galicia, con asistencia de incógnito del propio Franco, nada hacía pensar que Alemania fuera a perder la guerra. Es más, en los estados mayores angloamericanos se estimaba, a las pocas semanas de iniciarse la Operación Barbarroja, la invasión de la URSS, que esta entraría en colapso militar en breve. La guerra aún no se había hecho realmente mundial. Cuando el rodaje de la película concluyera y se estaba en proceso de montaje final sería cuando los norteamericanos entrarían, tras el ataque sobre Pearl Harbor, en guerra y el invierno detuviera la ofensiva alemana en el frente ruso. Cuando se estrenó el 5 de enero de 1942 Alemania, con el avance japonés sobre territorios e islas en el sureste asiático, no tenía visos de que fuera a perder la guerra. El general invierno, se estimaba, solo había aplazado la derrota de la gran potencia comunista.
Franco, por otra parte, convertido en «productor cinematográfico» indirecto, había querido dar un vuelco y una lección a una industria, la cinematográfica, que comenzaba a recuperarse y que debía expandirse. De hecho, en uno de sus discursos tras la guerra había anunciado su vital proyecto de sustitución de las importaciones, que iba a condicionar la política económica en los años cuarenta y cincuenta, para el ahorro de divisas y la recuperación de reservas, mencionando lo que suponía para el erario la dependencia de las producciones externas cinematográficas. También se posicionó a favor, como se pedía de los medios cinematográficos de la época, de un cine que pudiera exportarse y que exaltara los valores de la victoria.
Además de las razones de índole ideológica, por esa ambición, como valor de ejemplo, RAZA se convirtió en la primera gran superproducción realizada en España, en una indicación indirecta para las productoras, capaz de superar con creces las debilidades, que Franco conocía, del cine hispano. Su increíble éxito popular, sin, por sorprendente que parezca, campaña oficial o extraoficial de publicidad, la hizo rentable antes de su estreno. En los cinco meses siguientes sería vista por varios millones de espectadores, quedando como un hito en la memoria colectiva de los españoles de los años cuarenta. La película continuaría dando dinero hasta 1944-1945, por lo que pese a ser un producto oficial no costó una peseta a los españoles y arrojó importantes beneficios. Con las contrataciones realizadas antes del estreno ya se habían cubierto los gastos.
RAZA, como película, además de su carga ideológica, tenía que ser el mascarón de proa para una industria que debía aspirar a más; capaz de exportar su producto, abrir o consolidar mercados. Era una cuestión económicamente importante, porque la ausencia de producción cinematográfica nacional suficiente obligaba a importar un gran número de cintas, con el consiguiente déficit para un país sin reservas de oro y plata (habían sido esquilmadas durante la guerra por los republicanos del frente popular), para un país cuyas únicas reservas reales estribaban en la exportación de minerales al exterior en un mercado condicionado por la guerra. Además, sin ser prolijos y detallistas en la explicación, el sistema de exportación-importación-distribución era hasta ese momento claramente lesivo para España.
Las condiciones alemanas para el cine español
Al finalizar la temporada cinematográfica de 1941, el Ministerio de Industria, regido por el falangista Demetrio Carceller, de quien dependía esta cuestión, se encontraba ahogado por la dependencia del cine norteamericano que imponía una «verdadera succión de divisas» (según un informe remitido a Franco conservado en la FNFF), que aseguraba que las cintas fueran distribuidas por sus propios agentes y sin control de recaudación, y por la sombra de caer bajo el «monopolio alemán». Para el año 1941, dada la situación internacional y los problemas de las relaciones económicas con Alemania, España había tenido que conceder licencias de importación libres de derechos para 80 películas alemanas. Ahora bien, las autoridades hispanas habían advertido que se trataba de una situación provisional, no prorrogable, y que iba a establecer «otros sistemas y criterios para la importación». En los primeros meses de 1942, indicaba un informe reservado que Franco conservó entre sus documentos, que «las relaciones cinematográficas entre España y Alemania… no sólo son malas, sino que están rotas las hostilidades».
No solo se trataba de un problema económico o de lucha por el dominio de un mercado como el español, o de succión de divisas que pudieran asegurar, para Alemania, el abastecimiento de materias primas, también subyacían cuestiones ideológicas por ambas partes que son en las que vamos a centrar nuestra explicación.
Las autoridades alemanas, por su parte, estaban molestas, y es interesantes subrayarlo, porque en España «las películas de propaganda del partido Nacional Socialista, no se pasan aquí en la medida que ellos quisieran, y además, que la Censura les quita muchas cosas. Hay que hacer constar que estas películas son un poco cuestión de amor propio del Sr. Goebels. Con lo de la Censura se plantea realmente un problema difícil, ya que muchas de esas películas chocan totalmente con la ideología y el fondo moral español»; se lee en el informe que Franco tenía.
El informe aludido, realizado por una comisión enviada a Alemania en 1942, entre cuyo objetivo estaba conseguir la distribución de RAZA, indica además las condiciones ideológicas que los alemanes estimaban que debían cumplir las películas españolas para permitir su importación y exhibición:
«Contestaron que no quieren películas nada más que de tipo constructivo y precisamente nos dijo que Marianela había sido rechazada por ser una película de carácter negativo. Marianela según ellos. Es una película desagradable de ver. Aquel hombre tan joven, pero ciego, molesta extraordinariamente al concepto alemán y aquella chica tan triste, pero tan catastróficamente fea, también le encona; dicen que es la negación de la juventud, del optimismo y de la vida, que deja en el espectador una impresión deprimente, y por lo tanto, no es admisible la película».
Marianela había sido premiada en la bienal de Venecia en 1941 y estaba basada en la obra homónima de Benito Pérez Galdós, había tenido un notorio éxito en España. Pero lo más interesante es que los alemanes ponían como condición para la importación que las películas españolas debían «no tener matiz político, o tenerlo dentro de sus normas; pueden ser de cualquier tema, siempre que de él pueda sacarse una lección constructiva». En sus conclusiones la comisión española indicaba:
«políticamente las películas de España, han de pasar por un serio tamiz y prácticamente sería imposible hacer allí una propaganda de tipo estrictamente político, y desde luego, no toleran ni la exhibición de nuestras manifestaciones religiosas».
Sobre esta última cuestión las autoridades alemanas habían hecho saber a la comisión española que «las películas no deberían tener tendencia religiosa alguna para dentro de Alemania porque Crucifijos y cosas semejantes no queremos por aquí». Y en RAZA existe un claro componente religioso remarcado, como explicamos en nuestro ensayo sobre la película y la novela, por el uso simbólico de la Cruz.
Franco quiere que RAZA se proyecte en Alemania
La película fue estrenada en Portugal de forma inmediata y se armó una comisión para que llevara la cinta a Argentina y a otros países hispanoamericanos. En Argentina sufrió algunos cortes significativos al eliminar la escena del asesinato/martirio de los monjes por los republicanos (una de las grandes escenas de la película). También se conseguiría el acuerdo para su exhibición en Italia, siendo proyectada fuera de concurso en la bienal de Venecia de ese año.
La comisión española que fue a Berlín a negociar ya asumía los problemas que podía tener la película con la censura nacionalsocialista, por lo que intentaron limar en las explicaciones las aristas que sabían podía despertar:
«al hablárseles de RAZA y preguntarnos cuál era el concepto de la Hispanidad, dióseles una ligera descripción de lo que la Hispanidad es para nosotros, y nos contestaron que tenían que estudiar el caso, porque no estaban seguros de que a los alemanes les interesase defender y propagar esta ida por Alemania; que era un problema español para los españoles y no para ellos. Naturalmente ha habido que usar mucho tacto en las entrevistas y se les hizo ver que RAZA era un primer paso muy diplomático y hábilmente dado en que no se hacían grandes alusiones a esa unión espiritual de todos los pueblos americanos, sino que más bien cantaba el espíritu de sacrificio y el valor espiritual de unas ideas que han salvado a España del comunismo y ya en este camino, el disco del comunismo es el que hemos hecho girar todo el tiempo. Parece que así decreció la prevención del primer momento».
La comisión era pesimista con respecto al estreno de RAZA en el Reich: «no les impresiona lo más mínimo el hecho de que sea una película oficial del Estado español, ni le han dado la menor importancia que sea una presentación oficial del Consejo para la persona que fue a visitarles [probablemente se refiere a las gestiones realizadas por Sáenz de Heredia en Berlín]. Son completamente fríos y les resbala la argumentación de este tipo».
Las negociaciones para la exhibición de la película en Alemania y en los territorios ocupados se abrieron en febrero de 1942 y se simultanearían con las que se realizaron para el convenio cinematográfico germano-español (lo que podemos seguir gracias a la documentación conservada en el CDMH de Salamanca). Para ello se desplazó a Berlín el director de la película José Luis Sáenz de Heredia, pero las negociaciones con la empresa alemana, la Transit-Film, que se haría cargo de la distribución en el Reich y países ocupados, la llevaría en persona el marino Jesús Fontán Lobe, jefe de la casa militar de Franco y amigo personal del mismo desde antes de la guerra.
La misión Sáenz de Heredia.
Ahora bien, Sáenz de Heredia, con anuencia de Franco, llevaba una segunda misión, además de participar en las gestiones para la exhibición en Alemania: proyectar la película en el frente ruso a los soldados de la División Azul, pero también realizar diversas tomas para el rodaje de la segunda parte de la película animado seguramente por el gran éxito del primer mes de exhibición de la cinta en España. De hecho, tanto el director como el propio Franco comenzaron a desarrollar ideas para la segunda parte. Ambos coincidían en que los héroes que RAZA retrataba tenían que ir a combatir con la División Azul. Sáenz de Heredia iba en misión oficial con el apoyo claro y directo de Franco. Por lo que no deja de ser interesante subrayar el significado posible de la negativa que obtuvo en Berlín.
Lo que, en principio, dado que era un deseo de Franco, proyectar la película ante los divisionarios, parecía sencillo no lo fue. Inicialmente, las comisiones militares enviadas desde España no habían tenido mayor problema a la hora de visitar a los divisionarios. El general Moscardó lo había hecho a principios de diciembre de 1941. En noviembre, Serrano Suñer, altamente preocupado por la situación de los soldados españoles, había pedido ir a visitar a los divisionarios y la respuesta germana fue que había que prepararlo y que podría ser en enero, como anota Xavier Moreno. En realidad, los mandos militares recelaban de una presencia de tal magnitud en un momento delicado en el frente. En enero de 1942 la situación se había vuelto aún más compleja. El 10 de enero Franco había hecho llegar su deseo de que la División Azul fuera retirada del frente dadas sus enormes pérdidas, antes había propuesto una rotación para sus hombres siguiendo el modelo usado por los propios alemanes durante la guerra civil. Los mandos militares alemanes estimaron que no era posible retirar la unidad. No tenían con qué sustituirla. El tira y afloja se mantendría hasta principios de marzo.
En este marco de referencia Sáenz de Heredia se iba a encontrar con la negativa alemana para llevar su película hasta el frente e iba a permanecer en Berlín unas semanas intentando obtener el permiso necesario y colaborar en los acuerdos de distribución y explotación en el Reich. Al tratarse de un encargo del propio Franco la embajada española en Berlín se sumaría a la presión y a las gestiones. Así esta solicitaría el pertinente permiso, pero el agregado militar, Roca de Togores, estimó que lograrlo sería «imposible» y que había que buscar apoyos. Ante esto el director de la película recurrió a la intervención de Hensen que fue un fracaso. Presionó al embajador, conde Mayalde, para que fuera una petición oficial en toda regla. El día 2 se había hecho el envío de la primera nota de petición. Por la documentación diplomática, tal y como anota Magi Crusells, sabemos que la nota no obtuvo respuesta.
¿Era solo prevención por la situación militar? Lo cierto es que los alemanes pidieron ver la película. Se iba a realizar un pase especial para ocho funcionarios del Ministerio de Propaganda regido por el todopoderoso doctor Joseph Goebbels, quien debió de ser informado sobre el contenido de la cinta por sus funcionarios. Sáenz de Heredia, en una carta dirigida a Jesús Fontán, explica lo sucedido:
«A petición de Hensen se proyectó el jueves la película en el Ministerio, ante ocho funcionarios entre los que estaba el lugarteniente de Goebbels. No me hizo mucha gracia el asunto, pero como no quería que mi negativa entorpeciera la petición del permiso hube de acceder y previa autorización de Mayalde [embajador de España en Berlín], se dio esa sesión “absolutamente privadísima”».
Esta proyección no desbloqueó la situación como la lógica podría hacer pensar. Recordemos que era una gestión oficial en la que se ha comunicado que es un deseo de Franco, pero ahora es el Ministerio de Propaganda el que interviene. No tenemos constancia de cuál fue la reacción ante la película. Indirectamente hay que suponer que la reflejada en una carta posterior de Sáenz de Heredia, ya en España, sobre lo dicho por uno de los miembros de la Cámara del Cine del Tercer Reich:
«por las manifestaciones verbales de dicho Sr. Greven […] así como por otros informes más confidenciales, pude formar un concepto claro del poco interés que esta película profundamente anticomunista y de un espíritu tan elevado de hispanismo, despertó en dicho Sr. Greven, hasta el punto de considerarla inaceptable».
El 23 de marzo la embajada española en Berlín comunica que el Alto Mando de la Wehrmacht, tras intentar que si bien no fuera en el frente, sino que se proyectara en la inmediata retaguardia, niega el permiso a Sáenz de Heredia amparándose en que no se admiten la llegada de civiles a la zona de operaciones.
El intento de una proyección oficial
La comisión española que informó a Franco estimaba que, para conseguir desbloquear la situación con respecto a RAZA, sacrificando la cuestión económica llegado el caso, «es necesario operar de arriba hacia abajo. Se hace indispensable una previa gestión diplomática, haciendo constar el interés de España en que Alemania conozca el esfuerzo hecho por nosotros y los sufrimientos pasados por la Patria para liberarla del comunismo, así como que nos interesa el conocimiento de las virtudes españolas y patriotismo ante el pueblo alemán». Para ello proponía que se hiciera «una especie de presentación oficial por la Embajada, de la copia de la película, invitando a todas aquellas autoridades entre las que convenga hacer ambiente favorable a la misma». Después vendría la negociación económica. Era una idea que ya llevaba Sáenz de Heredia:
«Aquí todo el mundo quiere ver la película y me piden que la de antes de llevarla al frente a lo que me estoy resistiendo, pues según lo tratado para la exhibición oficial en Berlín debe estar Vd. aquí. La presencia suya en Berlín sería muy conveniente por todos […] Creo que adelantaríamos notablemente el camino y puesto que está en venir todo sería que variásemos un poco el plan y que fuera primero lo que iba a ser después. Es decir: si usted viniera ahora trabajaríamos juntos mi ida al frente, daríamos la sesión en Berlín y después nos separaríamos: Vd. a España y yo a Rusia. Esto sería “archi-conveniente” y si Vd. está en posibilidad de hacerlo será lo mejor desde luego […]. Lo ideal sería que Vd. viniese. Si piensa hacerlo comuníquemelo enseguida para que yo sepa a qué atenerme».
Naturalmente en El Pardo no se debió estimar pertinente el viaje de Fontán por razones obvias. Sorprendentemente el estreno oficial en Berlín se retrasó casi dos meses, pero reduciéndolo a un pase en la embajada española para diversas autoridades y el cuerpo diplomático. La distribución pública continuaba bloqueada. La exhibición no tuvo como respuesta más que una oferta alemana, realizada unos días después, que los españoles no podían admitir por lo que Sáenz de Heredia la rechazó, exigiendo una explotación al 50% y no la entrega de los derechos por una cantidad que resultaba muy escasa. La negociación iba a quedar suspendida hasta que se concluyera el acuerdo cinematográfico hispano alemán.
La proyección ante los combatientes españoles.
Los divisionarios tuvieron noticias del estreno de RAZA a través de su periódico la Hoja de campaña. Como anotamos en nuestro citado estudio sobre la novela y la película, probablemente para acallar a Sáenz de Heredia y satisfacer las peticiones de la embajada española se procedió el 16 de marzo a realiza un pase especial para obreros españoles y divisionarios heridos organizado por la Sociedad Germano-española y por la organización La Fuerza de la Alegría dependiente de la Wehrmacht.
Finalmente, en mayo de 1942, la película llegó a la retaguardia divisionaria, siendo posible que la Kraft durch Freude organizara la proyección en algunos hospitales. Según los testimonios de divisionarios recogidos en sus memorias se estrenó el 14 de mayo en el Hospital de Campaña divisionario. La copia que llevó Sáenz de Heredia había permanecido en Berlín. El historiador Carlos Caballero ha publicado el recuerdo del falangista José María Gutiérrez del Castillo: «Espléndida, se ve con emoción y al final se canta el Cara al sol de manera espontánea. Sin embargo, no aparece el papel que ha tenido la Falange en nuestra guerra». Finalmente, como anota Carlos Caballero, se habilitó un local en uno de los puestos de mando regimentales para su proyección para que el máximo posible de divisionarios, por turnos organizados, pudieran acudir a verla. No pocos divisionarios recuerdan las lágrimas y la emoción que despertó. La Hoja de campaña en su comentario tras el estreno en el frente hacía propia la obra: «RAZA es, hasta hoy, la película de la División Azul, porque es el canto entusiasta a los voluntarios de empresas inverosímiles, a los almogávares que llevaron la bandera de España a miles de kilómetros… y nuestra tarea es más parecida a la de los héroes de esta magnífica producción».
El acuerdo y el estreno
La documentación conservada nos lleva a pensar que la larga negociación para la exhibición de la película, dadas sus implicaciones, fue impulsada por las autoridades germanas. En octubre de 1942, nueve meses después de iniciadas las conversaciones, se llegó en Venecia a un principio de acuerdo sobre la base de lo propuesto por Sáenz de Heredia: una explotación al 50%. Los alemanes habían añadido, como contrapartida la importación por España de 8 o 10 películas germanas. Al final serían 10, con lo que los alemanes lograban un trato mejor que el obtenido por Italia (8 películas importadas), pero que también indica que las expectativas sobre el éxito de RAZA en los cines alemanes eran altas ya que se estimaba, evidentemente, que con esas 10 películas compensarían lo que correspondiera a los españoles de la explotación en Alemania.
Es un dato a tener en cuenta que pese a ser la «película de Franco», con todo lo que ello implicaba, Jesús Fontán se dirigiera unas semanas antes al Ministerio de Industria para conseguir la pertinente autorización con un razonamiento que transcribimos en su parte fundamental:
«Dado el carácter eminentemente político de la citada película, siendo de sumo interés la proyección de la misma en el mayor número posible de países y habiéndose exhibido ya en Portugal y en la República Argentina, se han llevado a cabo diversas gestiones con Alemania para presentarla en este país, territorios ocupados y algunas otras pequeñas naciones de Europa que ofrecen dificultades para ser en ellos introducida directamente. En virtud de dichas gestiones Alemania aceptar la distribución, al 50%, es decir en las mejores condiciones, en dichos territorios, pero solicita se autorice a RAZA la importación, igualmente a distribución, de diez películas alemanas en España, sujetas como es natural al pago de los cánones establecidos.
Aunque RAZA reconoce haber obtenido por su producción las importaciones que le corresponden, y teniendo en cuenta exclusivamente el supremo interés político de la proyección ante millones de espectadores de esta película que glorifica a España, y considerando que si no se realiza esta rápidamente se perdería la actual temporada, con lo cual en la próxima habría pedido gran parte del valor que hoy representa, ruego a V.I. autorice a nuestra película, excepcionalmente, la importación de diez películas de producción alemana».
Como es natural el Ministro respondió afirmativamente, pero el hecho demuestra hasta qué punto se respetaba el marco legal por parte del propio Franco (en España muy pocas personas sabían que él era el autor del argumento). Los contratos finales, que se conservan en archivo, se firmaron el 21 de octubre y el 17 de diciembre de 1942. Más allá de los apartados puramente económicos destacaba la inclusión en las cláusulas de una salvaguarda para evitar la manipulación de la cinta en Alemania:
«Para la explotación en Alemania y Europa la Sociedad Raza autoriza a la Transit a hacer las versiones necesarias de la película Raza para los diferentes países que serán ajustadas a la versión original, sin suprimir nada que sea fundamental del contenido espiritual de la película Raza, indicando en la cinta doblada los estudios, registro sonoro y laboratorio en que se ha efectuado dicha película… La Sociedad Raza se compromete a reconocer las normas y leyes vigentes para importación y proyección de películas extranjeras en Alemania y los demás países que importen la película Raza por medio de la Transit, así como las normas de censura que prescribe el Ministerio de Educación Popular y Propagada del Reich. Los cortes consecuencia de este punto, caso que los hubiera, se efectuarán siempre de acuerdo con el Sr. Espinosa [se refiere al capitán de corbeta Manuel Espinosa Rodríguez, responsable del espionaje español allí], agregado naval en Berlín, como representante del Sr. Fontán»
Vuelve a sorprender que una vez firmado el acuerdo las labores de doblaje y sincronización hicieran que la película aún tardara en estrenarse en Berlín un año. Algo que solo se puede explicar por una decisión política de ralentizar su exhibición. Llegaría a los cines alemanes con el título de Mártires, siendo evidente que se quería distanciar del discurso conceptual sobre la raza del nacionalsocialismo, aunque en la prensa se presentaría como la muestra de una «etapa de la gran lucha en la que se encuentra hoy Alemania». La película fue estrenada en el Tauentzien-palast de la capital del Reich. Merece la pena reproducir íntegra por vez primera la crítica alemana publicada bajo el título de Testigos de Sangre:
«No es solo una película española, sino una película de España, que expresa la lucha por su destino de un pueblo valiente con las destructoras fuerzas bolcheviques. Un atrevido esfuerzo se ha acometido, sin que sea un reportaje, sino posiblemente deja conocer en un maduro esmero de trama profunda y artística, la interna fuerza de impulsión, que hizo resucitar a España nueva, libre y profundamente nacional del terror rojo.
La cuestión, de si ya hoy existe la necesaria distancia para poder poetizar profundamente un grandioso y épico film nacional con realidad revivida las escenas de los pocos años de lucha, es lo que ha inspirado al creador de dicha película. Por eso seguramente el autor Jaime de Andrade y el Director José Luis Sáenz de Heredia, han enfocado desde un punto de vista histórico los últimos para sacarlos de la actualidad y relacionarlos más profundamente en el ritmo de un gran desarrollo histórico. También se ha aplicado en las palabras españolas del diálogo, un lenguaje elevado, sencillo y educador como a veces encontramos en los libros de las escuelas.
Lo así realizado merece alta estimación por su actitud humana y nacional sobre la que se basa el conjunto y ante ella han de quedar en segundo término las ideas estéticas cinematográficas en cuento al desarrollo de los distintos caracteres.
El argumento trata de demostrar en los hijos de una familia las fuerzas y contrafuerzas que en España produjeron la lucha por la libertad, uno de los hijos, un ambicioso político, llega a ser funcionario de los rojos, pero más tarde reconoce su error y es fusilado después de su malogrado intento de entregar a las tropas nacionales los planes de los antifascistas. El otro es un Oficial lleno de consciente tradición, que, en su lucha fanática contra las fuerzas destructoras del bolchevismo, tiene que vencer situaciones crueles y extrañas, el tercero muere asesinado con los de su convento siendo un monje de profunda e íntima fé.
Las distintas figuras secundarias dan con sus bien elegidas e impresionantes caras, unos matices ricos y expresivos, tales como si fueran primeras figuras. De todos modos, en esta película patrocinada por el Consejo de la Hispanidad se hacen notar claramente las fuerzas que hicieron posible la victoria en la lucha de liberación de España que son: la conciencia altiva de un pasado histórico glorioso y heroico, un gran sentido familiar y una profunda religiosidad. El público sigue con emoción y con viva simpatía el desarrollo de los acontecimientos con el sentimiento de que la lucha de España por la continuidad de su cultura y libertad ha sido una etapa de la gran lucha en la que se encuentra hoy Alemania».
En cinco meses de exhibición en Alemania ya producía beneficios, la película aún debía llegar a 800 pantallas. A los nueve meses de proyección los beneficios obtenidos reportaban para España un total de 138.836,99 RM, unas 600.000 pesetas de la época. La recaudación total alemana para la TRANSIT por contrataciones había sido de unos 505.455,75RM, casi de 2,5 millones de pesetas de 1944, sobre unos 3 millones de euros actuales.
EL LIBRO DE FRANCISCO TORRES SOBRE LA NOVELA Y LA PELICULA RAZA