Cuando una dictadura hacía leyes mejores que cien parlamentos democráticos juntos

Nos han contado que todo lo que vino de Franco era oscuridad, atraso y represión. Que el franquismo fue una era siniestra donde no se hizo nada útil. Pero la realidad, se empeña en recordarnos que muchas de las leyes, instituciones y estructuras creadas durante el régimen siguen vivas. Y no porque nadie las quiera conservar, sino porque funcionan. Porque fueron bien hechas. Y porque los gobiernos posteriores, a pesar de su obsesión por borrar el pasado, no han tenido capacidad ni talento para mejorarlas.

¿Ejemplos? Varios. Pero empecemos por una joya jurídica: la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, reformada profundamente durante el franquismo y utilizada durante décadas hasta que fue sustituida en el año 2000. ¿Por qué duró tanto? Porque era eficaz, clara y funcional. No necesitaba mil páginas de lenguaje inclusivo ni reformas cada legislatura. Servía a la justicia. Y punto.

¿Y qué me decís de la Seguridad Social? Su germen moderno se plantó en los años 40 y se consolidó en los 60 con un sistema que garantizaba asistencia sanitaria y pensiones contributivas. Mientras Europa se organizaba con modelos asistencialistas que ahora hacen aguas, España creó un sistema sólido, basado en el principio de solidaridad intergeneracional. La cobertura por enfermedad, maternidad, accidentes laborales… todo eso empezó a construirse en tiempos de Franco. Y aún hoy, con mil reformas encima, sigue siendo el esqueleto del sistema.

La Ley de Expropiación Forzosa, la Ley del Suelo de 1956, el sistema registral, el modelo notarial, la estructura del BOE, la organización del INI (Instituto Nacional de Industria)… Todos ellos productos del franquismo o profundamente desarrollados durante el régimen. Y aún hoy se apoyan en esas bases para funcionar. No porque falten ideas nuevas, sino porque las viejas estaban bien hechas.

Incluso muchas normas urbanísticas actuales tienen su raíz en las ordenaciones del territorio planificadas en el franquismo. Con visión nacional, con sentido práctico, sin convertir cada reforma en una batalla ideológica entre chalados ecologistas y burócratas sin calle.

Y lo mejor: se hicieron sin debates eternos, sin comisiones inútiles, sin retrasos parlamentarios de cinco años. Se legislaba con una idea: utilidad. No propaganda. No postureo. No crear problemas para luego vender la solución en campaña.

Franco molaba también por eso: porque su régimen, autoritario y todo lo que quieras, generó leyes que aún sobreviven entre el naufragio de normas democráticas inútiles y contradictorias. Porque, a pesar de los pesares, sus estructuras tenían sentido. Y porque, aunque les reviente a muchos, no han podido borrar todo. Ni lo harán. Porque cuando algo funciona, sobrevive. Aunque venga de un régimen que no les gusta. Aunque lo firmara Franco. Aunque lo quieran reescribir todo.

Y eso, amigos, es otra prueba de que sí: Franco dejó un país funcionando. Tan bien, que ni cuarenta años de democracia han conseguido desmontarlo del todo.

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