El martirio del obispo Florentino Asensio

Florentino Asensio Barroso, nacido el 16 de octubre de 1877 en Villasexmir (Valladolid), fue un sacerdote católico que dedicó su vida al servicio pastoral y a la enseñanza. En 1935, fue nombrado administrador apostólico de la diócesis de Barbastro y consagrado obispo en enero de 1936. Su labor episcopal fue breve, ya que en julio de ese mismo año, durante los primeros días de la Guerra Civil Española, fue arrestado por milicianos en la residencia episcopal.

En la noche del 8 de agosto de 1936, monseñor Florentino Asensio, obispo de Barbastro, fue trasladado por milicianos desde su residencia en el colegio de los Escolapios a la cárcel del ayuntamiento, lo que presagiaba su final. Ya consciente de lo que podía ocurrir, pidió la absolución antes de partir.

Allí fue brutalmente torturado por sus captores. Entre insultos y burlas, uno de ellos le seccionó los genitales con una navaja, mientras otros observaban y se mofaban. A pesar del dolor atroz y la pérdida de sangre, el obispo no pronunció una queja, permaneciendo en oración, firme junto a otro prisionero al que estaba atado.

Le vendaron la herida con rudeza y lo obligaron, malherido, a caminar hasta el camión que lo llevaría al cementerio. En ese camino de sangre, no dejó de repetir que perdonaba a sus verdugos y que ofrecía su sufrimiento. Fue golpeado en la boca por uno de los milicianos que se burló de su fe.

Ya en el cementerio, recibió una descarga de fusilería, pero no murió al instante. Fue arrojado, agonizante, sobre un montón de cadáveres y tardó horas en fallecer, rogando a Dios fuerza para soportar hasta el final. Ofrecía su sangre por la salvación de su diócesis.

Tras su muerte, sus pertenencias fueron robadas y reutilizadas por quienes participaron en su asesinato. Durante años, las baldosas del lugar donde fue torturado permanecieron manchadas de sangre, como testigo mudo de una de las páginas más atroces de la persecución religiosa durante la Guerra Civil.

Tras la guerra, sus restos fueron exhumados e identificados gracias a las iniciales bordadas en su ropa interior. El cuerpo fue hallado incorrupto y trasladado a la capilla de San Carlos Borromeo en la catedral de Barbastro, donde actualmente se venera. El 4 de mayo de 1997, el papa Juan Pablo II lo beatificó, reconociéndolo como mártir de la fe.

La diócesis de Barbastro-Monzón sufrió una intensa persecución religiosa durante la Guerra Civil, en la que fueron asesinados numerosos sacerdotes y religiosos. El testimonio de fe de Asensio y de otros mártires de la región es recordado como un ejemplo de fidelidad y perdón en tiempos de adversidad.

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