NO-DO: Cuando los medios servían a la nación y no al caos
Hoy enciendes la tele y solo ves ruido: tertulianos a sueldo berreando, debates manipulados por intereses de partido, propaganda ideológica disfrazada de “periodismo independiente” y medios que cambian de opinión según quién les pague mejor ese mes. Pero hubo un tiempo en que la información no era un circo. Un tiempo en que los medios servían al país, no a la confusión. Un tiempo en que, antes de la película en el cine, se proyectaba el NO-DO.
El NO-DO (Noticiarios y Documentales) era el medio audiovisual oficial del franquismo. ¿Propaganda? Por supuesto. ¿Controlado por el Estado? Faltaría más. Pero lo que ofrecía no era ni mentira descarada ni manipulación vulgar: era una narrativa nacional, ordenada, coherente. España contada desde España. Con orgullo, con dignidad, con un hilo conductor que unía al país.
Cada semana, millones de españoles veían imágenes de su país en marcha: inauguraciones, obras, desfiles, avances técnicos, campeonatos deportivos, visitas de Estado. Se mostraba una nación viva, en construcción, con dirección. No había espacio para el derrotismo, la crispación partidista o el cotilleo. Había información con propósito. Había un mensaje: España avanza, tú formas parte de ello.
Hoy los medios se dedican a sembrar división. A enfrentar territorios, sexos, generaciones. A decirte cada día que todo está mal, que odies a tu vecino, que desconfíes de la historia y que te resignes a vivir en un país decadente. El NO-DO, con su voz grave y solemne, te decía lo contrario: que éramos una nación respetada, que teníamos futuro, que el trabajo y la fe eran virtudes, no clichés.
¿Que no hablaba de los problemas? Claro que no. Porque su función no era alimentar el morbo ni el caos. Era reforzar la unidad nacional. Mostrar una imagen de fuerza y estabilidad. Algo que, por cierto, cualquier país serio hace. ¿O acaso los informativos de hoy no están llenos de manipulación? ¿Acaso no repiten la misma consigna en todos los canales según sople el viento político?
El NO-DO no se escondía. Era institucional, sí. Pero era también eficaz. Cultural. Patriótico. Un escaparate del país sin complejos, sin autoflagelación, sin pedir perdón cada cinco minutos por existir. Y gracias a él, muchos españoles conocieron su propio país, su geografía, sus obras, sus triunfos, su gente.
Franco entendía que la información no puede ser una herramienta del caos. Que los medios deben construir, no destruir. Que contar lo que pasa no es incompatible con tener una visión nacional. Y que sin control, los medios se convierten en armas contra el propio pueblo.
Hoy el NO-DO es ridiculizado por quienes nunca lo vieron. Pero los que lo vivieron, lo recuerdan con respeto. Porque mientras informaba, unía. Y mientras unía, construía. Algo que ningún canal de televisión actual puede decir sin sonrojarse.