Teatro basura, subvencionado y cobarde: el enésimo vómito de la izquierda
Otra vez los bufones del sistema se descuelgan con sus diarreas escénicas. Esta vez es Mongolia, ese panfleto con ínfulas de sátira, el que ha montado una obra que consiste básicamente en cagarse en Franco, porque claro, meterse con él, muerto hace 50 años, es gratis, da likes y les permite seguir mamando de la subvención.
La noticia lo pinta como arte, como crítica, como “libertad de expresión”. Pero lo que hay detrás es la cobardía de quien no se atreve a mirar a la España real de hoy y señalar a los verdaderos poderes. Porque reírse de Franco a estas alturas no es valentía, es rutina para progres de sofá que no han leído una biografía en su vida y que creen que la historia empieza en el 78. Y no digamos ya el público: cuatro modernos que se ríen a carcajadas de lo que ni entienden ni han vivido.
Dicen que hacen humor negro. Pero no hay huevos de hacer una obra sobre la corrupción autonómica, sobre el saqueo fiscal, sobre los okupas, sobre las malas gestiones del gobierno, sobre los acosadores y enfermitos de Podemos…
Pero de Franco, todo lo que quieras: muñecos, parodias… Todo menos un debate serio sobre lo que representó.
A este paso, el franquismo no se recuerda: se caricaturiza, se prostituye, se convierte en meme para consumo cultural de cuarta. Pero cuidado: entre chiste y chiste, cada vez más gente se pregunta por qué el enemigo sigue siendo Franco. Y por qué el régimen actual, con todos sus disfraces democráticos, necesita escupir sobre el pasado cada dos semanas para justificar el desastre de su presente.