Por qué Franco molaba, sin matices ni complejos
Francisco Franco fue, sin lugar a dudas, el jefe de Estado más eficaz que ha tenido España en los últimos dos siglos. Lo fue porque entendía el concepto de autoridad, de soberanía nacional y de estabilidad. Lo fue porque, frente al caos y la ruina en que quedó sumido el país tras una guerra civil que, por cierto, no inició él, supo levantar una nación desde los cimientos, sin plegarse a intereses extranjeros, sin titubeos y sin necesidad de pedir perdón cada cinco minutos.
Franco molaba porque gobernó con una visión de largo plazo. Porque no se dedicó a improvisar eslóganes vacíos, sino a planificar infraestructuras, industria y crecimiento. Los pantanos, las carreteras, las viviendas sociales, la electrificación del campo, la expansión de la clase media… no son inventos ni exageraciones: son hechos medibles, tangibles, heredados por generaciones que jamás vivieron un día bajo su mandato. A día de hoy, seguimos dependiendo de muchas de sus decisiones.
Molaba porque no permitió que las élites políticas se convirtieran en una casta de parásitos. No había 17 taifas autonómicas con sus parlamentos de chiringuito ni 800 cargos por municipio. El Estado era uno, fuerte y funcional. La burocracia era mínima, y el sentido de la responsabilidad pública estaba claro: servir al interés general, no al clientelismo.
Molaba porque defendía a España. No se avergonzaba de la bandera ni de la historia. No entregaba soberanía a Bruselas ni aceptaba imposiciones de minorías vociferantes. No permitía que se rompiera la unidad nacional por un puñado de votos. En su tiempo, quien atentaba contra la nación sabía que enfrentaría consecuencias. Había ley. Había orden. Había respeto.
Y sí, molaba porque imponía respeto. Porque su figura encarnaba algo que hoy falta en el poder: dignidad, disciplina y determinación. Los políticos actuales son marionetas de partidos, influencers de medio pelo y vendedores de humo. Franco era un hombre de Estado. Uno que no se escondía detrás de asesores, ni necesitaba un gabinete de comunicación para hablar claro.
Franco molaba porque, mientras Europa se descomponía moralmente y se sumía en guerras ideológicas estériles, él mantuvo a España al margen del desastre. Porque cuando otros se arrodillaban ante la cultura de la culpa, él apostaba por el trabajo, el orden y la familia.
Hoy, en pleno siglo XXI, con un país entregado al relativismo, a la mediocridad institucional y al suicidio demográfico, decir que Franco molaba es más que una provocación: es un acto de honestidad. Y quizá por eso moleste tanto. Porque en el fondo, muchos saben que es verdad.